Esta esquina tiene una particular anécdota de la cual deriva su nombre. Aunque es difícil de concebir en la actualidad, la Caracas de antaño era una ciudad sin alumbrado en las calles.
Las únicas luces eran las que iluminaban la imagen del santo patrón de la familia, situado en lo alto de la puerta de cada casa; generalmente eran luces pequeñas, del tamaño de una vela.
La gente era tan supersticiosa como religiosa, y se decía que cuando alguien estaba agonizando se podía escuchar el canto fúnebre de los espíritus mientras esperaban la próxima partida de aquella alma.
Así que, naturalmente, un grupo de jóvenes, decidieron averiguar acerca de los cantos misteriosos que se oían en esa esquina. Los jóvenes se quedaron a pasar la noche en la oscura esquina y efectivamente, el canto comenzó: entonces varias figuras se materializaron en medio de la oscuridad envueltas en sábanas tan blancas como la nieve y lentamente desaparecieron de nuevo. “¡él espíritu de las almas en pena!!!” Sin duda alguna los jóvenes huyeron rápidamente y así quedó el nombre: Las Animas. Se creyó después que las “supuestas ánimas” eran un grupo de mujeres haciendo penitencia.
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