jueves, 21 de mayo de 2009

Reflexiones ecológicas sobre los “cerdos” del Ávila


En el tiempo que dedico a recoger desechos sólidos en nuestro hermoso Parque Nacional no he logrado explicarme porque algunos usuarios, por lo general no habituales, lanzan, excretan, dejan o simplemente olvidan sus desperdicios en este santuario.

Esta actividad la hago para evitar el deterioro ambiental y mantener la posibilidad de respirar ese aire puro y energizante que nos regala la naturaleza.
Ahora bien, la experiencia que me aporta este quehacer ad-honorem me ha permitido precisar que el denominador común de los seres en cuestión es su evidente falta de educación. Pero, es importante destacar, no todos estos personajes son iguales, por cuanto presentan rasgos que permiten distinguirlos unos de los otros.

En tal sentido, resulta indiscutible que según sus características, tales como creencias, formas de desprenderse de las mugres, horario empleado para hacerlo, propiedades organolépticas de las sobras, tipos de inmundicias, entre otras, podemos clasificar a estos individuos, de la siguiente manera:

1.- El Meticuloso u organizado, que es aquel cerdo que deja a un lado del camino, a la vista de todos, sus recipientes reciclables de líquidos bien tapados, así como también, vasos de jugo o de helado, con sus respectivas servilletas, palitos o pitillos, según corresponda.


2.- El Diabético y/o hipotenso, que dispensa por doquier los envoltorios y cajitas de caramelos, chupetas, chocolates y, de cuanta golosina adquiere en el comercio, las cuales va consumiendo, poco a poco, mientras asciende el cerro hasta el P.G.P Sabas Nieves, en el humillante tiempo de una (01) hora. Lapso éste que no incluye sus intermitentes paradas para reponer el dulce en su hocico.


3.- El Asqueroso, quizás el peor de todos, pues defeca (caga en lenguaje coloquial) usualmente a la vera del camino y, no conforme con ello, se limpia el trasero dejando el elemento abrasivo guindado en la vegetación contigua, cual trofeo digno de exhibir.


4.- El Lanzador, por lo general muy aficionado o practicante de béisbol, viene a constituirse en el puerco que más dificulta las labores de acopio, por cuanto, como el nombre lo sugiere, proyecta o arroja su basura de diversas especies, a lugares inalcanzables.


5.- EL Erótico, no hay tarde o noche que no satisfaga sus deseos sexuales en cualquier recodo o vericueto del camino, parece ser que gusta mucho hacerlo con su pareja en las barandas de las caminarías, pues no sólo ha destrozado muchas de ellas, sino que precisamente allí abandona sus preservativos de colores usados con los respectivos recubrimientos, ropa interior, papel higiénico, clines y afines.

6.- El Espiritista o Babalao, campeón de las verdades esotéricas de fuerza y poder, trae a las quebradas de la montaña y otros lugares predeterminados como mágicos, cuanta mercadería relativa a sus creencias es posible imaginar, para así cumplir sus ritos y adoraciones, dejando al concluir sus cuantiosos despojos en dichos parajes, entre los cuales destacan por su abundancia: Velones, tabacos, semillas de changó, talismanes, mandalas, pirámides conjuradas, amuletos, entierros y una gran variedad de contras y conos de sanación.


7.- El Cumpleañero, solo viene al cerro una vez al año, cuando festeja el día de su nacimiento, eso si, trae desde torta hasta piñata, pasando por refrescos, dulces, pasapalos y caña. Lo único criticable, es que deja acá todos sus desperdicios. Se comenta, que entre los invitados pululan “Cochinos Asquerosos”.


8.- El Hipocondríaco, marrano enfermizo, melancólico y psicótico que llena su koala de todo genero de medicamentos disponibles, desde un analgésico hasta un psicotrópico de amplio espectro, con el objeto de prevenir, diagnosticar y aniquilar cualquier dolencia corporal o ataque de animales ponzoñosos, deponiendo las cajas y envolturas sin dolor alguno.


9.- El Pernoctador, verraco híbrido que reúne todas las modalidades precedentemente descritas. Reminiscencia citadina del sancochero de pueblo. Ascensionista empedernido, masoquista y atávico, que sube una casa completa para pasar la noche en algún lugar alto de la montaña, donde descarga todas sus pertenencias y comestibles, incluida la infaltable lata de manteca o aceite de dieciocho, para el “cruzado” mañanero.

En la medida que transcurren las horas de estos seres, en su campamento improvisado, escuchando el reaggueton de moda, van creciendo y expandiéndose sus excretas y basuras, que obviamente abandona al emprender la retirada.


En razón a lo expuesto en líneas que anteceden, solicito muy respetuosamente la valiosa colaboración de todos los egregios usuarios que frecuentan este incomparable lugar, a los fines de identificar plenamente a los suficientemente detallados infractores de las más elementales normas de educación y buenas costumbres, para proceder de forma inmediata a su merecido enchiqueramiento comunitario, mediante la publicación en diarios de circulación nacional de foto, tamaño postal, que incluya nombres, apellidos y árbol genealógico del lechón.

Artículo tomado de Noticiero Digital 21.05.2009 - Refrendado por: Luis Trías.-

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