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sábado, 6 de junio de 2009
El Gran año de Caracas
Ana Mercedes Pérez, una gran periodista ya desaparecida, solía decir que 1906 era el año del progreso porque había llegado junto con el alumbrado, el primer tranvía, la primera limosina y un avión biplano voló sobre el valle de Caracas. Esos acontecimientos señalaban justamente el progreso. Pero, de todas estas cosas que cambiaron la suerte de la sociedad venezolana, la del tranvía tiene particularidades muy periodísticas y hasta pintorescas.
El inglés que trajo el tranvía estableció como truco publicitario (para que la gente se montara) el pasaje gratis. De La Candelaria a la plaza Bolívar no se pagaba el viaje. Pasaje gratuito para quitarle el miedo al futuro usuario. Como estaban acostumbrados a los tranvías de “caballito”, que eran arrastrados por mulas y que, por supuesto, en lugar de un motorista y un colector tenían un cochero que actuaba también de colector, entonces la gente cuando veía aquello caminando solo con unos rieles decía: “Estas son cosas del demonio” y salía corriendo.
LOS PICONES
Muchas personas se daban cita en la plaza Bolívar a eso de las seis de la tarde para ver subir el tranvía. Desde Cují hacia arriba. Todos comentaban: “Estas son cosas de fin de mundo, fíjate que parece un monstruo”. Los caballeros, por supuesto, no desaprovechaban la oportunidad que le daba el tranvía para agarrar “picones”. “Picones” era cuando usted se ponía a observar a una dama y le veía cierta parte del cuerpo, es decir, cuando las mujeres tenían que bajarse del tranvía, para no enredarse, simplemente se recogían la falda y entonces los tipos aprovechaban de verles los tobillos. Claro, las coquetas se subían las faldas un poquito más.
EL MORROCOY
En aquella Caracas que estrenaba tranvía sucedían cosas sumamente raras. El motorista pasó a reemplazar lo que muchos años después fue el locutor. Es decir, era el “príncipe azul” de todas las mujeres, las cuales exclamaban: “¡Qué hombre tan valeroso!”. Los motoristas también tenían arranques de valor. Cuando iban a El Paraíso los muchachos traviesos gritaban, por ejemplo, si el tipo se llamaba Marcos: “Maestro Marcos ¡Métale los nueve puntos!” y el hombre le daba a la manilla y metía nueve puntos y el tranvía comenzaba a “bambolearse”.
Al tranvía lo llamaban morrocoy porque era muy lento. Además, en los desvíos se “cambiaba la percha” y muchas veces cambiándola usted tenía que esperar veinte minutos o una hora porque no llegaba el otro tranvía y tenían que esperar que pasara para poder continuar.
Fuente: Oscar Yanez - Así son las cosas...
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